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miércoles, 31 de diciembre de 2014

Camino Culebrero


Como de costumbre, cada domingo se levantaba temprano Doña Maru, levantaba a todos, con su aguda voz y sus ganas de aventurarse a la aventura. Era esa Lima primaveral de una época en que un gobierno de facto del General Velasco entraba en la corriente socialista a un país hambriento de justicia; años en los cuales ya había nacido el hijo mayor de Doña Maru; hermosa y linda mi Maru…tan inteligente, conversadora e increíblemente impredecible como ese día…

Pero este Domingo; no era un Domingo más; era el Domingo Cumpleaños de su hermano mayor y Doña Maru; como siempre en fiestas de su amada familia; había organizado todos los preparativos para tan ilustre evento, es decir, sin ambages ni aspavientos ni etiqueta, SALIR A LA AVENTURA…y que mejor que iniciar la aventura por el Camino Culebrero…

En su elegante auto Ford Taunus rojo de Don Tito; cuenta la historia popular que bastaron 15 días para que la belleza y el encanto de Doña Maru le cambiara radicalmente su vida pasando de un brinco a la fila de los ilustres casados. En el auto ya estaban cómodamente sentados, casi toda la familia de la Doña Maru, se veía a su madre Paquita, el cumpleañero de un impecable traje marrón que contrastaba con su pelo ensortijado color del sol y el hermano menor, al que lo llamaban con cariño Moto, diminutivo de Demóstenes, peculiaridad de la Doña Paquita de nombrar a los nuevos seres de este planeta con nombres mitológicos.

Partieron rumbo a la aventura, partieron con dirección al mar, a un balneario que nunca pasa de moda ubicado al norte de Lima, en donde su bahía es surcado por veleros y yates de la encumbrada sociedad limeña, en la que se erigen edificios muy altos, los cuales le daban la prestancia de una ciudad de la rivera Francesa; lugar eximio escogido para celebrar el enésimo cumpleaños del Colorao Marco.

Habían partido, Don Tito al volante; joven e ilustre ingeniero; que transformaría en poco tiempo a la urbe limeña, convirtiéndola en la otrora Ciudad de los Reyes, en la ciudad de los rascacielos. Doña Paquita, filosofando ensimismada estaba segura que deberían rezar por lo menos un Padre Nuestro y un Ave María, antes de partir, para que los acompañe y cuiden en su camino; tan sabia y experimentada, como las madres de antaño, ahuyentando cualquier destino incierto que pudiera estropear la celebración de tan ansiado cumpleaños de su amado mayorazgo.

El joven ingeniero enrumbó su automóvil escarlata por un atajo que su profesión lo había ayudado a encontrar, era un desvío que lo acercaba al balneario soñado en menos de 1 hora de viaje. Entraron al camino; radiante siempre Doña Maru, con esa sonrisa que hacía sonrojar de amor a Don Tito, expresó risueñamente, ¡vamos por el CAMINO CULEBRERO!, y empezó a cantar a capella esa cumbia colombiana llamada “La Burrita”, y contentos, bullangueros atravesaban dicho camino; cuando de pronto se sobresaltó Don Tito, había divisado a lo lejos un auto que venía a toda marcha con el capó suelto, no se sabe como, volcado hacia el lado izquierdo del piloto, invadiendo el carril que le correspondía al Taunus rojo. Atrás de ese auto logró divisar a un patrullero con la circulina encendida persiguiendo al desbocado auto. No sabe como Don Tito, hasta ahora recuerda sorprendido en sus noches de insomnio, como es que logró esquivar lo que era imposible hasta esos instantes, manejando casi rosando las casas en la vera del camino; todo un as del volante logró sortear el peligro deteniéndose aliviado unos metros mas allá.

Que había sucedido!!!, todos buscaban la respuesta en sus miradas atónitas; Doña Paquita nuevamente pensó y caviló que debió de haber rezado ella sola, y se culpó calladamente de no haber sido más estricta en su credo.

Bajaron del patrullero dos oficiales, uno de ellos se dirigió al piloto del errante auto y el otro al auto de Don Tito, preguntando si todo estaba bien, y a Dios gracias, todo sin novedad, sólo fue un gran susto, exclamaron, sin embargo el auto presentaba una gran abolladura en su carrocería.

El oficial les comentó que  venían persiguiendo por el camino culebrero, a ese señor; que justo en ese preciso instante se levantaba de su auto, tambaleándose como bandera de velero. Todos supieron que estaba extremadamente borracho, hasta el perno, como diría mi amigo Juan.

Los oficiales determinaron que todos deberían ir a la Comisaría; uno de ellos manejaría la patrulla; el otro oficial, el auto del borracho y éste señor; que había bebido como si fuese Año Nuevo; debería acompañar a la familia playera.

Se acomodó el borracho como niño travieso en la parte trasera, Doña Paquita, con una expresión de desconcierto y desasosiego, dejó pasar evitando al máximo todo contacto;  y este salvaje se sentó en el medio, entre Moto y el Colorao; quien es una persona tranquilísima y de una bien cimentada moral; todavía la familia entera recuerdan cuando le comunicaron que su hermana menor se iba a casar muy joven, se encendió como brasa, y con su dedo índice moviéndolo como péndulo sentenció, que ello no debería permitirse, de ninguna manera, sin embargo la Sra. Paquita lo aplacaría educadamente, que no moleste!!!.

El viaje; aunque no debemos llamarle viaje, sino calvario; del Camino Culebrero hasta la Comisaría duraría, estimaba, el joven Ingeniero, unos 20 minutos. Lapso en el cual sentado el desgarbado  borracho, volteaba a mirar hacía la izquierda, observándolo fijamente al Colorao, quien sabe porque!!!, hasta ahora la familia se lo pregunta y a boca de jarro desenvainó un par de irrepetibles palabras que dejó atónitos y mudos a todo el mundo…Zambo Cabrón!!!, una y otra vez repetía, como estribillo, el impertinente ebrio; el Colorao, de inmutable aspecto, manteniendo la seriedad del caso, sin embargo, tamaña afrenta poco a poco se reflejaba en su acalorado y  afiebrado rostro, sólo contenido por la presencia de su madre, de iniciar cualquier acto rudo; ayudado por su cabellera rubia y sacando a relucir su paciencia, similar a la de la figura bíblica Job;  a decirle educadamente,  claro está con firmeza, que guarde silencio, que respete a la familia. Observando por el retrovisor Don Tito veía que el Colorao empujaba con su hombro al borracho, para hacerle sentir su presencia física; sin embargo, el necio alcóholico, en su estado catatónico, seguía repitiendo el infortunado estribillo...Zambo Cabrón...

Los veleros y yates surcaban magníficamente el océano Pacífico en Ancón; como lo hacía Hemingway en las playas de Cabo Blanco en la mitad del siglo pasado; la voz de Doña Maru, había languidecido paulatinamente mientras los minutos pasaban, todos los planes de aventura habían volado cual garza en lontananza; el Feliz Cumpleaños playero sólo retornaba la imagen lóbrega de una Comisaría del lejano Oeste, la cual sería por último, el final del Camino Culebrero.

Siempre salado el Colorao!!!, sentenció Doña Maru... y Moto, el jovencito Moto, quizás debió pensar...Salado el Zambo...justo en su cumpleaños!!!, pero, luego cavilaría, de donde mierda ese borracho le decía muy suelto de huesos, Zambo...a mi querido hermano Colorao!.

lunes, 1 de diciembre de 2014

El viaje



Y llegó el día en que tenían que partir, prácticamente ya estaba todo empacado; viajaban a una playa de moda al norte de Tumbes. Yo tenía el auto listo, afuera de la casa, mi padre nos comentó que deberíamos salir sigilosamente y no hacer mucho aspaviento, en esta época de inseguridad, los ladrones al acecho se encuentran, y lo que es peor, yo me quedaba solo en casa.

Sigilosamente, de puntillas, como la Pantera Rosa de caminar cansino, salí el primero de la tropa cargando un maletón casi mas alto que yo; a duras penas lo coloqué en la cajuela del auto, traté retirar, antes que mi padre se diera cuenta, los papeles y otras cosas almacenadas hace siglos y que mi viejo llamaba simplemente "basura", yo le decía mi "historia".

Bueno, ya estaban todos los maletines acomodados, las 03 chiquillas, mudas, sorprendentemente mudas bajo la presencia omnipresente de mi Viejo, se movilizaban robóticamente, sin chistar, cuando mi Viejo detectaba algún posible movimiento de sus labios, las acallaba simplemente con un gesto adusto, que rápidamente me hizo que reingresara a la casa para ver en que más ayudaba, alejándome del peligro.

La hora de partida de bus era las 9:00 pm, así nos dijo mi padre, eran cerca de las 8:45 pm y yo andaba paranoico, las apuraba con voz bajita; no se como se hace eso; era gracioso ver las siluetas de mayor y menor subiéndose silenciosamente al auto.

Partí raudo, cuando a 5 cuadras, alguien nos dejó atónitos; "se me quedó los boletos de viaje"; rápidamente comenté que ya en la agencia veríamos como solucionar tamaña desgracia; sin embargo, inesperadamente, con su voz tranquilizadora, mi padre me dijo que regrese, que no preocupara, traté de replicar, sin embargo me clavó su mirada de fuego y regresé a la casa por los benditos pasajes de viaje.

Cuando la chiquitina, la última, con su timbre de voz  agudo, me dijo, casi suplicándome, que también se había olvidado su linterna cargándola en el tomacorriente y que se la trajera inmediatamente.

Yo pensé, ¡la linterna!, pero que niña más precavida; así que le pregunté para que????? y me dijo rápidamente: "para leer mi libro en el bus"... la mire con la eterna ternura que mira un padre a su pequeña engreída.

Mi voz sonó como el tío irónico que siempre bromea con ella, "PERO SI TODAVÍA NO SABES LEER", sentencié, bajo el dulce rostro de la niña apesadumbrada que no paraba de pellizcarme y me decía que sí sabe leer, como por ejemplo: TITO.

Tito, mi padre y abuelo de las tres niñas, sonriendo dijo que el boleto de viaje era para las 10:00 p.m. Todos respiramos aliviados, baje el pie de acelerador y me dirigí muy cerca de las estrellas.

jueves, 13 de noviembre de 2014

El Loco Miguel



Con ese nombre lo conocí, el Loco Miguel; un tipo moreno, de 25 años creo, muy amable y que le tenía un cariño de hijo a mi viejito,  Todos los domingos en la mañana solíamos jugar nuestro partido de fulbito, atrás en una canchita reservada casi para nosotros. En ese tiempo vivía en la casa de mi padre; quien puntualmente nos acompañaba en la cancha; una zona de clase media. Quizás por eso el Loco Miguel se nos unía cada domingo, de repente pensando que el grupo que lo acogía eran pituquitos.

Un domingo extremadamente soleado, todos estábamos a la expectativa, con la adrenalina recorriendo nuestros cuerpos y  que nos consumía, anhelando que empiece ya la pichanguita del Domingo. El Loco Miguel, como siempre, se dirigió al arco, sin zapatos, con las plantas de los pies endurecidas por la vida, todos le teníamos un especial cariño, siempre por la alegría que irradiaba y la constancia que tenía de jugar lo mejor posible. 

Ya instalado en la portería, haciendo su calentamiento previo, nosotros también por supuesto, cuando rodó de pronto la pelota y se inició el juego; una fuerza grupal incontenible hizo que simultáneamente dirigiéramos nuestras miradas al arco, el Loco Miguel, no sabemos de donde, sacó unos lentes oscuros imitación Ray Ban, y se los puso, con la seriedad de un portero de la liga inglesa; todos nos reíamos casi disimuladamente; pero, sinceramente fue casi imposible y ahí estaba, parado, concentrado, dirigiendo a su defensa, sin un atisbo de incomodidad, con sus lentes oscuros, pituco nuestro amigo, sin que se le cayera al piso su tan preciado tesoro.

Con afecto para un buen amigo...

jueves, 30 de octubre de 2014

La Matemática inesperada de mi vida

El reloj avanzaba inexorablemente, ya había recogido el auto, esperaba tapándose con la neblina de la mañanita bajo un pequeño algarrobo. Entré raudo a la casa, angustiado de que las niñas ya estén preparadas para el colegio; grande mi sorpresa cuando la segunda de las hermanas estaba sentada en una mesa, a medio peinar, con unos cuadernos y cara compungida. Su madre y la hermana mayor le reclamaban que se apure; entre el barullo, logré comprender que la chiquilla no había completado su tarea de matemática y estaba preocupada porque la profesora de esa materia; hablaba mientras yo veía la hora para partir; es muy estricta.

Corrió un viento que a travesó mi alma, la tranquilizó e iluminó una solución al problema matemático...

YO LO HARÉ...NO TE PREOCUPES NIÑITA....MI VOZ RESONÓ SALVADORA EN LAS CUATRO PAREDES BLANQUECINAS...

A mi alrededor sentí como me miraban, el salvador, el Robin Hood, el héroe de sus cuentos infantiles.

Y la chiquilla se levantó suavemente mirándome apaciblemente y me cedió su asiento, me senté rápidamente y mientras a mi alrededor continuaba el barullo y el ajetreo previo a que las niñas estén listas para transportarlas al Cole, cuando de pronto expresé:

COMO SE HACE ESTA CUESTION !!!, no sabía resolver el problema matemático, de pronto me sentí apabullado, disminuido, como Gregorio Samsa; la risa cristalina en general de la madre y sus niñas hizo añicos al héroe efímero en que me convertí hace instantes. La mayor de mis sobrinas vino al rescate...con una sonrisa tranquilizadora...

jueves, 11 de septiembre de 2014

El Jefe

Nos dirigíamos al Aventura Plaza, les diré que casi no me gusta acudir a estos centros tan grandes, con un mar de gente ávidos y exaltados por efectuar compras; bueno mi sobrina mayor me acompañaba, tenía que comprarle algun vestidito de moda,  como todos saben cuando las niñas van de compras - como dicen los Colombianos - me toco esperar sin chistar, es el infinito tiempo que se toman elegir la prenda más "adecuada", que el universo es tan sólo un pequeño grano de arena.

Casi al llegar al bendito centro comercial Aventura Plaza; por una avenida atestada de autos; doblo a la derecha e ingreso, no sin antes pasar por la garita de control donde te entregan un ticket de estacionamiento.

Tremendamente confundido, buscando un sitiecito para estacionar mi auto de impecable apariencia; todo ello, mientras mi sobrina; la mayorcita de las hijas de mi hermano; que trabaja actualmente en Lima; me dijo; cuando unos señores que lavan los carros que visten uniforme naranja; se acercaban al auto; ella me contó: "Mi papá es JEFE de todos ellos"; a lo qué, sorprendido, sólo atiné a decirle porqué es el JEFE DE ELLOS?.

A lo que ella muy risueña me contó, con toda la sapiencia que les da la vida; que cuando su papi estaciona su auto en este centro comercial, se le acercan los hombres de naranja y dirigiéndose a mi hermano le dicen en coro: "¿JEFE, LE LIMPIO EL CARRO?".

Volteé y miré a mi sobrina, su rostro bromista era increíble acompañado de una sonrisa de verano radiante y me reí acaloradamente, diría que estrepitosamente; mientras la voz aguda de la niña, que me recuerda a  mi Madre, me decía burlonamente que baje el volumen de mi risa, claro está, que es imposible esta petición y seguí riéndome de la vida, acompañado de esta preciosa niña.

sábado, 6 de septiembre de 2014

El sueño me gana




Estábamos en el carro, una tarde cualquiera, solos conversando de tú a tú, como decía mi Viejita; le lance la pregunta que me venia angustiando. Porque te levantas tarde para ir al colegio? y alcé una ceja, la que se quedó a medio camino de su estiramiento total; porque de pronto la pequeñita con cara de adulta me disparó a quemarropa: "Es que EL SUEÑO ME GANA"; cuanto me costo no reírme de la respuesta y de su cara de seriedad.

Cual crees que sea la solución para que no te gane el sueño? Le pregunté.

Seguía con las locas ganas de reírme.

Y ella muy sería, planteando su hipótesis de vencer a ese sueño que atrapa a casi toda la familia, señaló firmemente: Sabes, creo que la solución está en que debo dormir en la tarde un poco, y así compensar el sueño, y así levantarme más temprano, pero no puedo - con cara afligida continuaba- no puedo dormir en la tarde, lo he intentado pero me es difícil, muy difícil.

Sólo atiné e indicarle; claro está, con la seriedad del caso, de que una niña de 5 años debe dormir unas 10 horas, por lo que debe acostarse como máximo a las 10 de la noche, para que se levante a las 8 de la mañana y pueda cambiarse e ir al cole con el tiempo apropiado, luego de ello su mamá ingresó al auto y salimos raudos a la casa.

A la mañana siguiente....el sueño le ganó nuevamente...ella muy desparpajada de huesos, me miraba seria, mientras se arreglaba; casi llegamos tarde al colegio, ella oronda entro a su centro de estudios, como cuando una Reyna llega a un un baile, donde todos, sin excepción deben hacerle una reverencia...

miércoles, 23 de julio de 2014

Examen crucial

Muy temprano, con los ojos ojerosos se levantó la niñita
para que no llegue tarde al colegio la apresuraba con una voz enérgica
y de preocupación
mientras su madre, repetía o le preguntaba a la niña...
cuantas regiones tiene el Perú y ella misma se respondía que tres
mientras observaba la cara de la niña que estaba totalmente relajada
cuales son los símbolos patrios (Ni yo los recordaba) arremetía la madre
y yo con cara de invisible porque no sabia la respuesta
aumenté el volumen de mi voz y la apuré para que se peine y nos vallamos raudos al Colegio
mientras la niña, esta vez con cara de impávida
le preguntaba a su madre con total desparpajo...
¿Qué mamá, tengo examen hoy?...
Luego me enteré que la niña y su madre
Habían estudiado la noche anterior con el ahínco que ponen los padres
frente a un inminente examen crucial...

martes, 15 de julio de 2014

Cartuchera

que es la belleza me preguntó un amigo?
con total certeza le dije...la sonrisa de una niña diciéndome que le gusta un niño,
guiñándome, moviendo sus cejas simultáneamente, ordenando su mochila para ir
al colegio el día de mañana temprano
alistando su cartuchera rosa llena de colores...

martes, 4 de febrero de 2014

Clavado en la noticia


Orlando fue mi compañero de trabajo, o vamos a decirlo de mejor manera, yo practicaba en una agencia de noticias y Orlando era el principal y único periodista. El jefe nos presentó una mañana de primavera, por el vetusto edificio de la Beneficencia se colaba rayos blondos de sol como la cabellera de mi enamorada de mi época escolar que me contaba chistes muy sexuales, para luego ensañarse con mi cara de imberbe y pudoroso jovenzuelo, que no podía esconder su vergüenza entre sus libros. Orlando me saludó con gesto amable pero cuidadoso, había 3 máquinas de escribir tan antiguas como el diccionario de la lengua española. Orlando, un tipo flaco, de buenos modales, de hablar pausado, muy responsable, hábil reportero, no tan bueno con la redacción; yo, flaco también, inexperto en el medio, pude explotar la debilidad de Orlando de no escribir ordenadamente y nació entre nosotros una relación simbiótica que optimizó nuestro trabajo, salíamos a reportear juntos por las calles de Trujillo, cuando la ciudad no era de la eterna balacera, como dice Nick, un colega de aquellos años del diario La Industria. Orlando preguntaba y yo en miles de papelitos pequeñitos apuntaba las respuestas, y así pasábamos de la entrevista a una autoridad hasta la ceremonias llena de gallardía de la policía.

Llegamos a la oficina y nos poníamos a redactar las noticias, luego, Orlandito, enamorador como Alain Delón, pasaba a una oficina contigua, donde una guapa secretaria de piernas carnosas lo esperaba con una sonrisa siempre amable. Pasó primavera, la blonda cabellera del sol se hizo más intensa, las ropas de las chicas disminuyeron y nuestros ojos aumentaron. Por un problema con la Sunat la agencia de noticias en la que trabajábamos tuvo que cerrar momentáneamente, yo viaje a Lima por temas personales, así que Orlandito se pasó a una radio. Nuestro amigo Nick me cuenta, y de esto estamos totalmente de acuerdo de la extraordinaria responsabilidad y compromiso con el periodismo de Orlandito que se ve reflejada en la siguiente anécdota.

El punto de reunión de todos los periodistas era la oficina de Relaciones Públicas de la Municipalidad de Trujillo, allí se conseguía llenar las comisiones que te podrían estar faltando para completar tu día de chamba, Nick estaba sentado en una larga banca de dicha oficina cuando el responsable de relaciones públicas de la Municipalidad, a quemarropa y a viva voz pronunció que el alcalde vitalicio de aquella época iba a hacer regalos a las internas del penal. Los periodistas, como un enjambre de abejas sabían lo que tenían que hacer, ganar como fuera un espacio en la camioneta de la municipalidad, sino te quedabas sin noticia, puesto que los medios donde trabajábamos no nos daban para movilizarnos, todo era a pata, así que la camioneta abarrotada por periodistas, fotógrafos, camarógrafos y otros se encaramaron en la unidad, la cual, se movía lentamente, levando anclas como crucero de las Bahamas, empezó su viaje inexorable hacia la cárcel de la ciudad, hasta que algún colega se percató de que Orlandito, grabadora en mano recién asomaba por la esquina y le gritaron que corriera a alcanzar la camioneta y cubrir la noticia, nuestro amigo no dudó un instante, fiel al juramento, se lanzó a correr con tal ímpetu que llegó en menos de dos minutos cerca de la camioneta que seguía en movimiento, los hombres de prensa enardecidos por la implacable decisión del periodista lo alentaban, corre Orlando, vamos Orlando con arrojo, tu puedes, hasta que se escuchó la voz de Teresita, tírate Orlando, y este muchacho no dudó un segundo en arrojarse, cual clavadista hacía la camioneta, fue recibido medio desaliñado por los colegas, quienes lo levantaron y acomodaron junto a Terecita, como premio por tamaño esfuerzo periodístico. 

Orlando se sentía feliz, se peinó un poco, respiró, volvió en él la compostura. La camioneta seguía su rumbo, cuando de pronto, sin mediar orden la camioneta volteó por la calle Almagro, entró por Bolívar y retornó  a la plaza de Armas, al local de la Municipalidad, sólo se escuchó decir del responsable de Relaciones Públicas, que el alcalde vitalicio se había enfermado y que se cancelaba la visita de trabajo a la cárcel. Nick y los colegas se rieron silenciosamente, del esfuerzo vano de Orlandito, un tanto confundido, se preguntaba que esta aventurita casi le cuesta la vida, pero ante todo sentenció, primero es la noticia y mantener adecuadamente informados a la comunidad a la cual se debía en alma, corazón y pluma, siempre con la grabadora en alto y eternamente peinadito.

domingo, 26 de enero de 2014

Promoción



Medio día infernal, manejabas maniobrando tu auto por las avenidas enloquecidamente repletas de vehículos queriendo evitar el viperino calor que se colaba por tu carro, no estabas fastidiado, eso parecía, conversabas con tu viejo de los últimos documentos que habían enviado, estabas seguro, además la iridiscente alegría que se respiraba era de que amablemente ese día, era sábado, fin de labores, sería por eso que una sonrisa se dibujaba en tu plástico rostro, diríamos que estabas feliz.

Giraste por Vera Enriquez y enrumbaste por 9 de Octubre hacía tu hogar, un microbús de color amarillo atiborrado de pasajeros pasó raudo a tu costado donde lograron escuchar una salsita de Niche, moviste la cabeza siguiendo el ritmo, al final de la avenida se veía magnánimo el estadio Mansiche, coronado por su torre de iluminación, la fila de autos era interminable, aceleraste un poco, sin embargo el verde del semáforo cambio a ámbar y luego a rojo. 

Detuviste la marcha, increíblemente te deleitaste del ruido de la ciudad, era tu hogar pensaste, una gota de sudor se deslizó por tu frente tan lentamente que tuviste el tiempo suficiente para percatarte en ese mendigo que del semáforo emergía, como un ser fantasmal, con ropas históricas, una camisa rocanrolera y un jean raído se acercó a un auto moderno de color negro de lunas polarizadas, del interior únicamente salió una mano hermosamente cuidada que ondeaba negativamente con la misma elegancia con la que un bailarín de marinera mueve el pañuelo, el hombre mayor, que bordeaba la cincuentena, frunció el ceño, recién te diste cuenta de que una de sus piernas estaba recogida, entumida, rengueando avanzaba hacia ti, te fijaste en su rostro, era un tipo, como de 50 años, atrapado en el cañazo, de pelo ondulado, de color  cobrizo, de voz ronca, y sin un ojo.

Le dijiste a tu viejo que te alcanzara un par de monedas, estiraste tu mano derecha para recibirlas, mientras le decías al tipo promoción, parece que no te entendió muy bien, nuevamente repetiste promoción casi sacando tu cabeza por la ventana, señalándole tu ojo derecho cubierto por una estela azul, el tipo lo miró y sonrió, promoción de ojo le dijiste, te pareció tan natural, como cuando a tus amigos de colegio los saludas orondo “Hola promoción”, es como pertenecer a un club selecto.

Tu viejo a tu costado, de copiloto, sorprendido escuchaba el diálogo, te pareció oír su carismática y cálida sonrisita, el mendigo se acercó más a la ventana del auto y te dijo, mostrando su inexistente ojo derecho, fue una perdigonera, su voz nuevamente sonó aguardientosa. Lo mío fue con balín, sentenciaste, como para diferenciar la historia, tu voz sonó como la de un niño rico, arrogante, luego sonriendo y elevando el tono de voz le dijiste; casi cuando el semáforo cambiaba al color verde y la ola de claxon especialmente de los taxistas empezó a hacer eco te recordó que debías partir; que la otra semana irremediablemente vendrías a pararte en su esquina a trabajar con él, y soltó una carcajada que te permitió contar que le faltaban casi todos sus dientes.

miércoles, 22 de enero de 2014

Con altura se miden los retos




Dedicado con estima para el Flaco Eber, de buen corazón:


Me faltaban unos cien metros para llegar, había tenido mareos, cosas del fútbol quizás pensé, cosas de la vida, no importaba ahí estábamos 8 o 10 amigos sudando detrás de una pelota, una gallada hambrienta de gol. El corazón se aceleraba, ahora faltaban 30 metros, era un edificio color parecido a la del cuerpo del zancudo, un pasadizo iluminado, como cuando uno entra al cielo, y ahí estaba la escalera enchapada de un cerámico color marfil, cada peldaño que subía era interminable, insostenible, veía reflejado mi rostro delgado en el piso, brillaban mis lentes oblicuos, como la cola terca de un perro callejero que cruzó entre las avenidas Larco y Fátima, afiné la vista, sacudí la cabeza, traté de desalojar todos mis pensamientos y arrojarlos hacia ese brillo pudoroso del mandil de ese médico impecablemente vestido con un auto nuevecito.

Un número en la pared señalaba Tercer Piso, era ahí, remiré el papel estrujado de mi bolsillo trasero la dirección, no había duda, me sentí aturdido, quizás mi metro noventa y cuatro de altura causaba esa sensación de adormecimiento, ahora si mis piernas pesaban una eternidad, oficina 302, veía la luz salir de ese ambiente, anhelé ser absorbido por ella, al ingresar, la sombra de mi anatomía avanzaba infinitamente, alcanzando mi miedo, pude observar que habían 10 personas sentadas, a penas susurre algunas palabras con la secretaria que se desentendió de una revista sobre Neoplasia fulminante, estruje mi rostro, miré fijamente a un hombre, supongo que paciente, de mediana edad, de polo azul, que movía cadenciosamente su mano derecha, como queriendo encontrar el ritmo de la vida.

Ella me dijo que en unos minutos me llamaría, pasaron 10 y entré, arrastraba los pies, ahora era como que caminaba de rodillas, casi implorando al Dios Eterno que se apiade, que ya no creceré más, el médico revisaba mis exámenes , pasaba de una hoja a otra, y luego las volvía a ver, me pareció encontrar en ese movimiento el mismo tic del paciente del polo azul, el eco vino del sur como un huracán, flaco, no te desarmes más, sonaba aguardentosa la voz meticulosa del profesional en oncología, flaco, y vi una flor amarilla en sus labios florecer como en los pastizales de mi Cajabamaba amada; lo tuyo es leucemia crónica, flaco, es como tú, las células maduran más rápido, pero es tratable, pensé que esa palabra la utilizaba para describir a una chica que no me atraía pero me caía bien, recordé recién que debí borrar la última cita del facebook algo tristona “puedo perder la vida pero no la dignidad”.

domingo, 19 de enero de 2014

Berraco bisoño


Pelado amárrate los zapatos marrones
que sucios no podéis llegar a la escuela
se juicioso hijo la bendición contigo mijo
guajiro acércate a tomarte un aguardientico
sonaba en tu piel el ballenato de Diomedes Díaz
en aquella rocola verde que al fondo de ese bar
esperaba como un árbol frondoso
las monedas que hacían brotar esas letras
que peladito en tu niñez no podías entender
te dejaste alar por el olor ablandador del aguardiente
y la bendición de tu madre no sirvió para protegerte
de aquella mano extendida en el barcito
acongojado por la tenue luz de sus ojos taimados
no fue necesario guajiro amarrarte tus zapaticos
De las mesas regadas a la deriva las risas amarraban
las historias de pistoleros
hombres que les brillaban plateadamente
tanto los ojos como las pistolas
te preguntaste
a esa hora tus parceros se encontrarían concentrados en el aula
mirando a la profe María Eugenia como deliciosamente mueve sus labios
cuando pronuncia que seis por seis son sus piernas torneadas
cubiertas del pudor de la sabana bogotana extensa y de las ciénagas verde esmeralda
y te respondes que chimba, seguro tu carpeta desnuda de a poquitos se irá retirando al final de tus sueños
y se perderá en la infinidad de la escuela fiscal como tantas carpetas vacías
como tantos pelados que dejaron las aulas
como tú
por una vida de emociones truculentas
en donde, Ave María
dejarás el corazón atrapado en el tiempo suspendido
enrollado por tu piel de berraco bisoño...