Orlando
fue mi compañero de trabajo, o vamos a decirlo de mejor manera, yo practicaba
en una agencia de noticias y Orlando era el principal y único periodista. El
jefe nos presentó una mañana de primavera, por el vetusto edificio de la
Beneficencia se colaba rayos blondos de sol como la cabellera de mi enamorada
de mi época escolar que me contaba chistes muy sexuales, para luego ensañarse
con mi cara de imberbe y pudoroso jovenzuelo, que no podía esconder su vergüenza
entre sus libros. Orlando me saludó con gesto amable pero cuidadoso, había 3
máquinas de escribir tan antiguas como el diccionario de la lengua española. Orlando,
un tipo flaco, de buenos modales, de hablar pausado, muy responsable, hábil reportero,
no tan bueno con la redacción; yo, flaco también, inexperto en el medio, pude
explotar la debilidad de Orlando de no escribir ordenadamente y nació entre
nosotros una relación simbiótica que optimizó nuestro trabajo, salíamos a
reportear juntos por las calles de Trujillo, cuando la ciudad no era de la
eterna balacera, como dice Nick, un colega de aquellos años del diario La
Industria. Orlando preguntaba y yo en miles de papelitos pequeñitos apuntaba
las respuestas, y así pasábamos de la entrevista a una autoridad hasta la
ceremonias llena de gallardía de la policía.
Llegamos
a la oficina y nos poníamos a redactar las noticias, luego, Orlandito,
enamorador como Alain Delón, pasaba a una oficina contigua, donde una guapa
secretaria de piernas carnosas lo esperaba con una sonrisa siempre amable. Pasó
primavera, la blonda cabellera del sol se hizo más intensa, las ropas de las
chicas disminuyeron y nuestros ojos aumentaron. Por un problema con la Sunat la
agencia de noticias en la que trabajábamos tuvo que cerrar momentáneamente, yo
viaje a Lima por temas personales, así que Orlandito se pasó a una radio.
Nuestro amigo Nick me cuenta, y de esto estamos totalmente de acuerdo de la
extraordinaria responsabilidad y compromiso con el periodismo de Orlandito que
se ve reflejada en la siguiente anécdota.
El
punto de reunión de todos los periodistas era la oficina de Relaciones Públicas
de la Municipalidad de Trujillo, allí se conseguía llenar las comisiones que te
podrían estar faltando para completar tu día de chamba, Nick estaba sentado en una
larga banca de dicha oficina cuando el responsable de relaciones públicas de la
Municipalidad, a quemarropa y a viva voz pronunció que el alcalde vitalicio de
aquella época iba a hacer regalos a las internas del penal. Los periodistas,
como un enjambre de abejas sabían lo que tenían que hacer, ganar como fuera un
espacio en la camioneta de la municipalidad, sino te quedabas sin noticia,
puesto que los medios donde trabajábamos no nos daban para movilizarnos, todo
era a pata, así que la camioneta abarrotada por periodistas, fotógrafos,
camarógrafos y otros se encaramaron en la unidad, la cual, se movía lentamente,
levando anclas como crucero de las Bahamas, empezó su viaje inexorable hacia la
cárcel de la ciudad, hasta que algún colega se percató de que Orlandito,
grabadora en mano recién asomaba por la esquina y le gritaron que corriera a
alcanzar la camioneta y cubrir la noticia, nuestro amigo no dudó un instante,
fiel al juramento, se lanzó a correr con tal ímpetu que llegó en menos de dos
minutos cerca de la camioneta que seguía en movimiento, los hombres de prensa
enardecidos por la implacable decisión del periodista lo alentaban, corre Orlando,
vamos Orlando con arrojo, tu puedes, hasta que se escuchó la voz de Teresita,
tírate Orlando, y este muchacho no dudó un segundo en arrojarse, cual
clavadista hacía la camioneta, fue recibido medio desaliñado por los colegas,
quienes lo levantaron y acomodaron junto a Terecita, como premio por tamaño
esfuerzo periodístico.
Orlando se sentía feliz, se peinó un poco, respiró,
volvió en él la compostura. La camioneta seguía su rumbo, cuando de pronto, sin
mediar orden la camioneta volteó por la calle Almagro, entró por Bolívar y
retornó a la plaza de Armas, al local de
la Municipalidad, sólo se escuchó decir del responsable de Relaciones Públicas,
que el alcalde vitalicio se había enfermado y que se cancelaba la visita de trabajo
a la cárcel. Nick y los colegas se rieron silenciosamente, del esfuerzo vano de Orlandito, un tanto confundido, se preguntaba que esta aventurita casi le cuesta la vida, pero ante todo sentenció, primero es la noticia y mantener adecuadamente informados a la comunidad a la cual se debía en alma, corazón y pluma, siempre con la grabadora en alto y eternamente peinadito.